domingo, 22 de enero de 2012

¡Eso es mentira!

 ¿Por qué mentimos tanto? Mentimos ante situaciones complicadas para intentar escabullirnos, en esas donde vemos que decir la verdad no puede traernos nada más que problemas y entendemos que falsear los hechos nos da una oportunidad de salir indemnes. Censurable pero comprensible. Lo que es más difícil de entender son las mentiras en cosas totalmente banales, allá donde nada nuestro corre peligro, el mentir como entretenimiento, ¿qué nos lleva a ello?

 Cuando alguien se acostumbra a faltar a la verdad lo hace en toda situación, sea cuestión grande o pequeña, importante o trivial, decisiva o intrascendente; en los asuntos nimios no se miente ya por intentar salvar el pellejo, sino por inercia y, algunas veces, el mentiroso se arrepiente de su mentira en el mismo momento en que la dice aunque sea ya tarde y pase a ser esclavo de ella. De tanto mentir se confunden ficción y realidad y, ya sabemos, para tapar una mentira hay que urdir varias más de forma que se hace muy trabajoso y solo factible para personalidades muy ordenadas, a poder ser de las que apuntan todo en libretitas, el ser un mentiroso de éxito (siempre relativo). En cuanto se falta a la verdad en un par de asuntos, más todas las mentiras accesorias para tapar aquellas, se acaba construyendo una realidad virtual, un mundo paralelo que, antes o después, suele terminar desmoronándose, amenazando incluso con llevarse por delante la salud mental del fabulador.

 Así pues, mentir no es aconsejable ni desde el punto de vista moral, ni desde el punto de vista de la comodidad y el relajo en la vida diaria. Intentemos inculcar esto en la infancia a los niños (iba a escribir "y niñas" pero no me da la gana) Distingamos entre las mentirijillas que traman para sustentar sus imaginarias aventuras, totalmente necesarias en su formación, de las otras, de las que no pretenden más que eludir sus pequeñas responsabilidades no dudando, la mayor parte de las veces, en echar la culpa a cualquiera que tengan a mano. Hagamos que entiendan la gravedad del asunto, aunque solo sea por su bien futuro. Seguro que la convivencia entre todos no empeorará.

 Esta reflexión, y otras peores, se me ocurrió después de hablar el otro día con el director de la oficina de mi banco. ¡Podría ser actor el jodido!

 O político.

 Continuará...

1 comentario:

  1. prometí no volverlo a hacer pero como me ha gustado no he podido vitarlo

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