jueves, 30 de junio de 2011

Todos somos iguales

 Si alguna ventaja tiene ir cumpliendo años es que cada vez eres más libre, te preocupa menos lo que los demás piensen de tí, te puedes expresar con más sinceridad. Como quiera que a la hora de escribir esto soy mayor que la última vez que lo hice, voy a decíos unas cosillas.

Vamos a intentar diferenciar a dos subespecies humanas que andan por cualquier calle de cualquier ciudad de cualquier país de esta mierda de mundo. Las llamaremos, por hacerlo entendible, homo vulgaris y homo rarus.

 Hoy he cenado solo en casa. ¿Qué hay en este hecho que me haga, bajo mi punto de vista, un homo rarus?

 Nada más llegar me he centrado en mi estado de ánimo. La cena estaba preparada pero no así el ambiente. He abierto la mejor botella de vino que tenía en casa, me he sentado a la mesa cuando empezaba a sonar la sinfonía nº 5 de Mahler y he colocado un espejo delante de mí para que, al ver la imagen reflejada, diese la sensación de que cenaba con alguien y no perder las correctas formas por no compartir mesa. He disfrutado con todos mis sentidos.

 ¿Qué hubiese hecho un homo vulgaris?

 Teniendo la cena preparada (auténtica bendición teniendo en cuenta que las únicas habilidades culinarias de ellos son descongelar lo previamente congelado) hubiesen corrido a embandejarla para, rápidamente y antes de que empezase su serie favorita, sentarse en el sofa y engullir, sin perder rípio de lo que la televisión vomitase en ese momento. Para ellos no hay mayor disfrute posible a estas horas.


 Abundando en el tema. El homo vulgaris rara vez tiene necesidad de leer. No estoy hablando de ganas de leer, hablo de necesidad. Si alguna vez premura parecida sintiese es fácil que corriera a buscar el ejemplar del día del periódico Marca (si de homo se trata), o el ejemplar de la semana de la revista Hola (si, por contra, de mulier hablamos). Entre ellos hay gradaciones, como no podía ser de otra forma, y los más evolucionados llegan a apreciar los denominados como "libros de autoayuda", les encantan, creen que les facilitan la vida. Por supuesto morirán sin haber sospechado siquiera que las Cartas a Lucilio de Séneca, escrito por el cordobés en el siglo I, es todo cuanto hubiesen necesitado en su triste deambular por este valle de lágrimas.

 ¿Cuándo una persona toma uno u otro de estos caminos, de estos seres posibles? ¿Cuánto influye la genética y cuánto la educación? ¿Tienen algo que ver las diferencias socioeconómicas? ¿Dónde se localiza la sensibilidad? ¿Hace el sistema educativo lo que debería al respecto?

 Por cierto, he terminado de escribir escuchando la "patética" de Tchaikovsky. Muy recomendable tambien.

 Continuará...

domingo, 26 de junio de 2011

Segundo intento

 Solo hay un precedente. De niño, cuando estudiaba en el colegio, envié un poema a una chica que me gustaba mucho, desearía acordarme de lo que escribí entonces aunque imagino que sería de una candidez propia de lo que éramos. Esa chica dudaba entre dos pretendientes, uno de los cuales era yo. Después de leer mi poema se decidió. Eligió al otro.

 Desde entonces no he vuelto a escribir un verso. Hoy veo llegado el momento de intentar parir un soneto. Siento algo de pudor pero este es el resultado:

Atardecer que en mi ventana veo,
cada ocaso hacia el final de los días
con su luz sensaciones deja frías,
aterido y ruidoso su siseo.

Conceptos, las razones en que creo
aquellas que alguna vez hice mías,
que alumbré en mi cabeza como a crías,
todas esas, perdieron su apogeo.

Si algo fuese, despacio anda llegando
no sé hasta donde lo dejarán crecer
¿es posible? ya en mí acabó calando.

Para criatura que acaba de nacer
algún nombre habrá que ir ya buscando
y pretendo que este sea: Amanecer.

 Ya está. Otro día intentaré escribir una tragedia griega en tres actos. Todo es ponerse.

 Continuará...

sábado, 18 de junio de 2011

Debilidades

... Músico, matemático, espadachín y gramático.

 De Bergerac, Cyrano.

 Lo hizo todo, y no hizo nada.

 Aquí se condensa lo que es el heroe romántico por antonomasia. El tiempo pasará y nadie podrá llegarle a la suela de la bota.

 Nunca.

sábado, 11 de junio de 2011

Dolce far niente

 Todas las personas estamos diseñadas para hacer algo bien en la vida. Sea el autor del diseño el arquitecto supremo o sea el puro azar (otro día hablaremos de eso) siempre encontraremos alguna habilidad o algún talento en todo el mundo si lo buscamos con atención. Hay que reconocer que en algunas ocasiones, en algunas personas, necesitaremos una lupa de muchos aumentos para adivinar algún atisbo de virtud pero, profundizando, algo se encuentra.

 A mi se me da de cine el no hacer nada, el dulce hacer nada del título. Sentarme en un comodo sillón, en una silla, en un banco o incluso en una piedra, pero sin hacer nada. Como no tengo habilidades de yogui (el que hace yoga, no el oso), no logro evitar que se me vaya la cabeza detrás de múltiples pensamientos, o sea que algo hago, pero esas elucubraciones rara vez me llevan a algún sitio que no sea el darle vueltas a las mismas cosas sin llegar a ninguna conclusión. No puedo evitar pensar pero infructuosamente casi siempre. Lo más parecido a no hacer nada.

 Recuerdo a mi madre, de pequeño, cuando me sorprendía en actitud indolente decir con ironía "tu has nacido para marqués" a lo cual yo no podía dejar de asentir totalmente de acuerdo.

 La vida ideal para alguien como yo, utilizando personajes de cine, sería la del hijo de millonario de la película "El talento de Mr. Ripley" que vive relajado en un pueblito italiano gastando la asignación de su padre y dandose la vida idem. Pero creo que de parecerme a alguien ocioso sería más bien al Nota, aquel personaje de culto de la película "El gran Lebowski"; dejado, sin trabajo, fumador de marihuana y jugador de bolos que, por cierto, ha inspirado incluso una religión a la que para unirse, por supuesto, no hace falta hacer absolutamente nada.

 Y es que, estaremos todos de acuerdo, el que no hace nada dificilmente puede hacer mal.

 Continuará...

miércoles, 1 de junio de 2011

Háganlo por mi

 Hay gente que critica el movimiento surgido hace unas semanas en sitios emblemáticos de muchas ciudades españolas protestando contra muchas cosas, todas mezcladas, pero protestando al fin y al cabo. ¿Acaso creen que no hay motivos de sobra para quemar los edificios públicos? Algún detalle concreto:

 a) En este agradable país, y utilizando los números sin afinar, los señores y las señoras diputados necesitan "trabajar" siete años para optar al cobro de su jubilación con todos sus derechos mientras el común de los trabajadores (esta vez sin comillas) hemos de hacerlo durante treinta y cinco años, y subiendo. Por supuesto las pensiones a las que optan sus señorías pueden más que duplicar la pensión máxima a la que tenemos derecho los demás y se pueden compatibilizar tranquilamente con otras retribuciones, incluso de la administración pública.

 b) El número de coches oficiales en el país de Fernando Alonso supera, como no, el de casi cualquier otro país que para eso somos tan chulos e inventamos la siesta.

 c) Cualquier alcaldillo de pueblo, con el apoyo de tres amiguetes concejales, puede ponerse el sueldo que le salga de los mismísimos y vivir a cuerpo de rey (de España) al menos durante cuatro años. Después los ciudadanos, indignados, votarán a su adversario que, entre tanto trabajo, olvidará rebajarse tan jugoso estipendio.

 d) En cuanto a los sindicatos y partidos políticos, ¿por qué no nutren sus arcas exclusivamente de las cuotas de las personas que voluntariamente decidan afiliarse? ¿Ha de salir el grueso de sus presupuestos de las arcas públicas, o sea, de los impuestos que entre todos pagamos con esfuerzo? ¿Tan sobrados de dinero vamos?

 e) Tenemos administración central, autonómica, comarcal y local. Pero esto no parece suficiente para colocar a todos los colocables. Inventemos entonces las empresas públicas, ruinosas en su inmensa mayoría pero de una gran eficacia para enchufar a dedo a los cercanos al poder. Esto es como ser rey solo por haber nacido en cierta familia. Siempre sin que el mérito influya en nada, por supuesto.

 f) Hace poco ha habido elecciones. Si alguien ha leido el papelito que se introduce en el sobre para ejercer el derecho al voto se habrá percatado de que los partidos nos ahorran el trabajo de pensar y elegir a nuestros candidatos preferidos y nos ofrecen a cambio listas inamovibles y cerradas, ordenadas según sus elevados intereses, como no. Así no erramos en la elección.

 Todo esto, y muchas cosas más, en un ambiente como el actual en el que cada vez más gente carece de un puesto de trabajo para ganarse el pan, en el estado de las autonomías cada día quedan menos autónomos y los estudiantes ven su futuro más negro que el culo de Idi Amín.

 Si no fuese tan cobarde, mandaría todo a la mierda y acamparía en la plaza del Pilar con mi tienda de campaña Quechua.

 Continuará...