lunes, 20 de agosto de 2012

Semana gastronómica

 Un año más, y aprovechando los primeros días de agosto, hemos celebrado nuestras jornadas gastronómicas entre amigos.

 Cuatro noches, cuatro casas, cuatro cenas y, además, en días consecutivos. Igual que los valientes.

 Y, como una imagen vale más que mil palabras, ahí va la muestra de cómo nos las gastamos. Las fotos están colocadas en el mismo orden en que los platos fueron ingeridos.




 En el apartado de las bebidas se degustaron: cerveza, vinos tinto y blanco, cava, ginebra, güisqui, Campari y creo que un día, alguien, le dio un sorbo a un vaso con agua, pero no estoy seguro. La cosa es que uno de los comensales, que se levantó una mañana con la cabeza dolorida, le echo la culpa...¡a la tónica! Y lo decía en serio, el jodido.

 Es un descubrimiento el poder utilizar el teléfono móvil como cámara fotográfica, ¡para algo me tenía que servir!

 Continuará...









jueves, 2 de agosto de 2012

El encargo

 Ayer estuve haciendo fila en un establecimiento comercial en el que vendían café. Solo café, eso sí, de diseño. Me habían encargado preguntar por las cafeteras. Toda la tienda estaba llena de cajitas con sus capsulitas de café dentro. Había cuatro dependientes despachando velozmente bolsas con las susodichas cajitas. Y gente haciendo fila. Después del intercambio comercial se invitaba al comprador a degustar un cafecito en un rincón de la tienda y por gentileza de la firma que daba nombre al negocio. Nadie rehusaba la invitación, un café es un café y lo gratuito nos atrae como la miel a las moscas (ver, sino, el comportamiento de muchos jubilados al olor de cualquier pingo que se ofrezca sin necesidad de ser pagado). Mientras tanto me preguntaba como es posible que los consumidores vean en esa marca un símbolo de estatus elevado a la vez que aceptan como una dádiva un vasito de café, aunque no les apetezca. ¡Si al menos fuese cerveza!

por PoYang_?? Dióme pie ese rato pasado en la tienda a pensar sobre algunas cosas, todas ellas contrarias a la gente considerada como masa informe e indistinguible: el café como símbolo de poder adquisitivo, el comportamiento gregario y becerril de muchas personas, la irresistible pasión por lo gratuito, el capitalismo llevado al extremo de vender café en una tienda de lujo, el poder de las modas y la publicidad (¿o debería decirse el marketing?), la paciencia para soportar una fila en la que la recompensa es...café.

 Hasta que llegó mi turno y me atendió un simpático joven que me explicó las muchas bondades de esas dichosas cafeteras y, por supuesto, de ese dichoso café. No me enteré de nada de lo que decía, hablaba muy rápido, todo el rato repetía alguna muletilla que ya no recuerdo y el tema no me interesaba demasiado. Le dije que me anotase todo en un papel, rechacé su invitación a probar la estimulante bebida y me largue de la tienda con la sensación de haber perdido diez minutos que podía haber dedicado a, por ejemplo, meterme el dedo en la nariz.

 Por cierto, no ví a George Clooney. Parece ser que trabaja por las tardes esta semana. Al menos eso me dijeron.

 Continuará...