jueves, 16 de febrero de 2012

Quehaceres diarios

 En la vida hay que trabajar para ganarse el sustento, hay que viajar para cultivarse y conocer nuevas formas de ver el mundo, hacer ejercicio si queremos envejecer físicamente de forma lustrosa, leer o hacer crucigramas o resolver sudokus (ya no tan de moda, ultimamente) o jugar al ajedrez si queremos envejecer intelectualmente de forma lustrosa; hay que dormir para que cuerpo y mente descansen de todo lo anterior, relacionarse con los demás para mantener la salud psíquica, hay que dedicar al menos unos minutos al día a la higiene personal por el bien de nuestros semejantes, hemos de hacer más o menos tareas domésticas ya que no suelen hacerse solas, hay que trasladarse de un sitio a otro para realizar las distintas actividades diarias, mantener relaciones sexuales bien para procrear o bien para solaz y esparcimiento del indivíduo, pareja o grupo implicado; hay que ver la televisión y los correos electrónicos que inundan los ordenadores, hay que estar al día de las novedades, no científicas o culturales, que esas no hace falta conocerlas para vivir, hay que ir al bar o a la iglesia o al cine y hay que reflexionar algún momento sobre los próximos pasos a dar. Todo esto, y algunas cosas más, hemos de hacer en la vida.

 ¿Qué mierda de libertad es ésta?

 Continuará...

jueves, 2 de febrero de 2012

La hamburguesería

 Ayer salimos a cenar. Fuimos a una hamburguesería y la hamburguesa estaba buena. El ambiente era ruidoso ya que al poco tiempo de llegar nosotros se llenó el local, además, no pude evitar observar los usos y costumbres de las personas acomodadas en las dos mesas que tenía enfrente, en las que había representantes de dos grupos sociales totalmente distintos.

 En una de estas mesas teníamos a tres jóvenes menores de treinta años, dos chicos y una chica, los cuales tenían sus tres teléfonos móviles en las manos y no paraban de darles uso. No piensen que hablaban con nadie, hoy en día los telefonillos ya no se usan para hablar, para sacarles partido hay que tener dedos y además, ágiles. Tan embebidos andaban en sus cuitas que dudo mucho se fijasen si el camarero les metió hamburguesas o no entre el pan, y con semejante trajín me pregunto, ¿qué provecho le sacaron a la cena?

 En la otra mesa que mi visión dominaba había un grupo de cuatro chicas, mayores de cuarenta creo, y no, estas no tenían el móvil a la vista, lo que me llamó la atención fue lo que cenaron. En mi mesa, para mi mujer y para mí, se podía ver una ensalada y dos bocadillos de hamburguesa. En su mesa, para las cuatro, podía verse una ensalada y dos bocadillos (uno de hamburguesa y el otro no). Una de ellas daba cuenta del bocadillo de hamburguesa, otra, de la ensalada y las otras dos compartían el bocadillo indefinido. La que comía el bocadillo de hamburguesa no lo terminó, al fin y al cabo su cabeza tenía el mismo tipo de calculadora científica de calorías ingeridas que las cabezas de sus amigas, y con tanto cálculo me pregunto, ¿qué provecho le sacaron a la cena?

 En mi mesa estábamos mi mujer y yo como ya he dicho antes, ella esperando que le dijese "algo bonito" mientras daba cuenta de su hamburguesa con queso y yo ocupado en la observación sociológica de los vecinos de las otras mesas, concluyendo que mi adaptación a la vida en sociedad todavía dista mucho de ser completa, mientras masticaba mi hamburguesa sin queso, y con estas preocupaciones les pregunto, ¿qué provecho le sacamos a la cena?

 Evidentemente no les recomiendo que vayan a ese restaurante. Dudo mucho que la cena les resultase provechosa.

 Continuará...