viernes, 26 de octubre de 2012

Happy hour

 Mañana hay que cambiar la hora, a las tres serán las dos, o sea que la noche será más larga. Esto es bueno para los dormilones, para los trasnochadores y para Drácula; y es malo para los que trabajan de noche, para los despistados y para los que hemos de cambiar de hora doce o trece relojes, sobre todo si, además, entre todos valen doce o trece euros.

 Evidentemente la noche no es más larga, excepto lo poco que en otoño le va ganando al día, pero esa hora de más que parece nos regalan habría que aprovecharla para hacer algo especial, ya que es una hora hurtada al tiempo, o al menos esa sensación da, una hora que no existía en nuestra hoja de ruta vital y, de repente, como cada año, la sacamos de la chistera y la colocamos en medio de una noche que podría ser cualquiera.

 Pero, como ya sabemos, las sociedades tienden a no dar nada de forma gratuita, a no ser que haya truco, por lo que dentro de unos meses nos tocará devolver esta hora extraña. Así pues, nos quitarán entonces una hora de vida que, seguro, todos tasaríamos como un bien carísimo si pudiésemos ponerle precio. Una hora de mi vida vale mucho dinero ya que el tiempo es oro.

 Aquí no me resisto a hacer un inciso y colar de rondón una pequeña apreciación, léase: si el tiempo por ser limitado y necesario para cualquier cosa, nos es tan apreciado idealmente, ¿por qué lo perdemos tan miserablemente en lo que consideramos nuestros momentos de ocio? y, en nuestros momentos de trabajo, ¿por qué dejamos que nos lo tasen (el tiempo, las horas) en cantidades pecuniarias tan ridículas, justas, casualmente, para poder comer, vestir y comprar la televisión, el teléfono móvil y la pleiesteision que en ese momento nos imponga la moda?, ¿perdemos el tiempo de ocio porque estamos ahítos del tiempo pasado en el trabajo?, ¿Es entonces lógico, digo lógico no práctico o inevitable, pasar medio día trabajando y el otro medio día doliéndonos de las consecuencias del trabajo?, ¿es esto en lo que consiste vivir? ¡Ya me he embalado!

 Y, volviendo al tema que nos ocupa, la hora que nos roben con nocturnidad dentro de unos meses nos va a resultar una pérdida dolorosa, ya lo sabemos, nadie nos la va a pagar porque nadie nos la puede pagar ya que no tiene precio y, siendo así, estamos moralmente obligados a aprovechar, cada uno como mejor pueda, esta hora caída de no se sabe donde. En una hora se pueden hacer muchas cosas o dejar de hacerlas, pero siendo conscientes de que esa hora, precisamente esa, ha aparecido de la nada convirtiéndose en lo más parecido a una hora mágica. Una auténtica happy hour.

 Y, como el tiempo es juguetón, cuando leas esto ya habrá pasado la protagonista de este escrito, así que pregúntate ¿he sido consciente? y piensa que esta pregunta tendrás que volver a hacértela en la hora que cierre la fiesta, la del punto y final.

 Continuará...