domingo, 21 de agosto de 2011

Vivamos...o lo que sea

 La vida es sota, caballo y rey. Siendo así, si es que lo es, no se entiende de donde salen tantas complicaciones. Las pasiones han sido las mismas durante la historia de la humanidad toda, pero no hay forma de aprender, tomar las experiencias anteriores, reflexionar teniendo en cuenta los resultados obtenidos y con esos datos, actuar en consecuencia. Somos agudos, pero no tanto. Sabemos construir teléfonos móviles inteligentísimos, puentes que no sirven para nada y torresdelagua vacias por dentro, televisores extra-ultra-hiper- megaplanos para ver a Belén Esteban o a Cristiano Ronaldo, hemos inventado millones de imprescindibles chismes para bebés (no me explico como pudimos salir adelante los del siglo pasado sin el megáfono ese para los lloros), los ordenadores cada vez son más guays para jugar a los jueguecitos, y así hasta donde uno quiera. Pero las pulsiones humanas básicas, aquellas a las que nos referíamos al principio, no terminamos de dominarlas con la misma habilidad que dominamos la tecnología. Pregunten sino al Dominique Strauss Kahn que tal lleva lo del autocontrol, que está dejando a la altura del barro las ofensivas de su bisabuelo Gengis Kan, el mongol.

 Parece pues que la vida no es un juego fácil de jugar y si alguien consiguiese escribir un manual de instrucciones sencillo y eficaz probablemente se haría más millonario que Camps "el trajes", que cuando le preguntaron por sus finanzas declaró que tenía 2000 € en una cuenta y nada de nada más. Que jodido, el tío. Ahí tienen ustedes una idea para ganar dinero a espuertas con el que satisfacer la natural codicia que suele ensuciar a los homínidos, escriba el que tenga talento suficiente la fórmula para pasar el periodo de tiempo que hay desde que nacemos hasta que yacemos con los mínimos rasguños posibles y no tenga duda que habrá descubierto la transmutación sin ayuda de piedra filosofal ninguna. Yo lo haría, pero se me han acabado los folios.

 Vivamos, compliquemonos lo menos posible la existencia, aprendamos a valorar las cosas buenas que sin duda a todos acontecen, disfrutemos nuestros pequeños triunfos en cualquier ámbito en que estos se produzcan, relativicemos los pequeños fracasos que han de ocurrirnos a veces y pensemos que solo se vive una vez, aprovechemos esa vida, adaptemonos a sus circunstancias y gocemos todo lo posible sin olvidarnos de ayudar a los demás cuando tengamos ocasión. Cuando estemos en el último lecho habremos de sentir que ha merecido la pena.

 La teoría siempre ha sido fácil, ponerla en práctica es otro cantar. En mi caso, el cantar de los que no tienen lengua.

 Continuará...

domingo, 14 de agosto de 2011

Intenciones

 Vamos con la leyenda: uno de los apóstoles, llamado Santiago, en su afán evangelizador se llegó hasta la Península Ibérica buscando prosélitos. El éxito de la empresa después de tan largo viaje fue escaso, por no decir escasísimo, consiguiendo convertir al cristianismo a siete personas que, ¡oh, maravilla!, eran de Zaragoza en su totalidad. ¿Habla esto de la estulticia de los aquí nacidos?, ¿dice, por contra, algo de su natural inteligencia? Como siempre, no seré yo el que juzgue, cada cual tendrá su opinión. La cosa es que andando el hombre algo decaído por la poca capacidad de convicción mostrada y estando por estos lares, se le apareció la Virgen encima de una especie de columna con la intención de animarle, constituyendo esta la presentación en sociedad de la muy venerada Virgen del Pilar, a la que con el tiempo se dedicó un templo, una plaza y un adoquín de caramelo.

 De esta historieta hemos de quedarnos hoy con el nombre del apostol, Santiago, que se llama igual que un famoso camino muy concurrido y que, como todos sabíamos ya, el protagonista de este cuento nunca recorrió. Fueron gentes de todos los lugares los que peregrinaron, y siguen haciéndolo, hasta Santiago de Compostela donde supuestamente descansaban los restos de este señor.

 Y como culo veo, culo quiero, yo también voy a hacerlo. Me refiero a lo de peregrinar. Estoy organizando para septiembre, si me es posible, recorrer el camino de Santiago andando durante treinta y una etapas, o sea, treinta y un días por ahí, padeciendo por los caminos y cargado con una mochila y otras cosas a las que tendré que enfrentarme por fin. Aunque si alguien me pregunta el motivo de mi peregrinación prometo responderle que es meramente espiritual.

 Cualquiera que lea estos párrafos y me conozca un poco sabrá que este que escribe no puede recorrer el camino de idéntica forma a la que lo hacen los demás seres humanos. No señor. Incorporaré una pequeña variación que, por supuesto, no he inventado yo pero le presta una cierta originalidad. Y es que en vez de salir de alguno de los puntos de partida más típicos en España: Somport o Roncesvalles, lo voy a hacer desde la puerta de casa. Saldré una mañana por esa puerta con la mochila y trataré, en varias etapas, de llegar andando a Logroño donde ya enlazaré con el camino de Santiago más ortodoxo. Desde casa hasta Santiago de Compostela.

 Los primeros días, hasta Logroño, no espero toparme con nadie pero, a partir de ahí puede ser otro cantar. No me van a faltar aventuras, ni sufrimientos, ni dolores, ni alegrías, conoceré gente interesante y gente insoportable. Pero lo que he de tratar por encima de todo es de seguir conociéndome a mí mismo y aprovechar las muchas horas de soledad que voy a tener para dedicarme a ello. Sin miedo y con franqueza.

 ¿Quién será la persona que con mi nombre y con mi aspecto vuelva de allí?

 Continuará...

domingo, 7 de agosto de 2011

¿Qué esperabas?

 Esta semana no pasará a la historia como una de las más brillantes para las bolsas de valores mundiales, tampoco puede decirse que a nivel global haya ocurrido nada reseñable por lo bueno. El mundo sigue su discurrir aún en agosto, lento para unos y más rápido para otros. Como siempre el globo gira deprisa para los que creen vivir su último día y despacio para los que esperan, cualquier cosa o no cosa que sea la esperada. Hay otra categoría de personas que son los que esperan, pero no saben el qué; para estos la vida discurre lenta y rápidamente a la vez, sufriendo las desventajas de las dos posibilidades. Imagino.

 Particularmente la semana ha sido como todas, no porque hayan ocurrido las mismas cosas, sino porque han ocurrido cosas buenas, no tan buenas, malas y, las más, irrelevantes; en fin, como siempre. Entre las cosas buenas no pueden faltar las tres reuniones, tres, que hicimos en tres casas, tres días alternos al objeto de degustar tres opíparas cenas oficiadas, eso sí, cada día por un cocinero distinto. El nivel culinario ha sido muy aceptable y el disfrute me permite imaginar la repetición de la experiencia en cuanto podamos. ¡Qué arroz! ¡qué marmitako! ¡qué discusiones!

 También han ocurrido cosas menos agradables que las relacionadas con la gastronomía, por supuesto, y si me sometiesen a leve tortura, no haría falta gran cosa: enseñarme unas tijeras sería suficiente, estaría dispuesto a reconocer que la semana ha pasado sosegada, calmosa, demorándose en lo accesorio, lenta. Luego según la torpe teoría expuesta al inicio, ¿espero algo?, ¿hay algo siendo esperado por mí?, ¿soy yo el que espera?, ¿lo que espero es esperable?, ¿esperar es morir en la espera?, ¿hay algo mejor que esperar?, ¿la esperanza hace más leve la espera?, ¿cuándo se alcanza lo que se espera, es como se esperaba?, ¿esperar en la esperanza de que lo esperado espere a que lo anhelado llegue?, ¿dónde habré metido mis pastillas?

 Después de leer el párrafo anterior reconozco que me entiendo a duras penas, pero me entiendo. Más difícil me resulta sin embargo entender cuatro o cinco cosas que me vienen a la cabeza recurrentemente sobre la humana condición: el amor desmedido hacia los animales, la impudicia del político con el dinero público, la programación televisiva, el comportamiento gregario de las masas, etc. pero esos son asuntos que me reservo para otra ocasión, hoy no me quiero enfadar.

 Prefiero seguir sentado, esperando.

 Continuará...