lunes, 16 de julio de 2012

Otra vez

 Estamos en medio de otro verano. Hace calor. Como todos los años.

 No aspiro a descubrir nada nuevo cuando digo que las noticias de los telediarios son siempre las mismas. Sé de buena tinta que ya no hacen telediarios nuevos sino que en el archivo de las televisiones hay unas cintas de video con la fecha perfectamente legible: 1 de febrero, 23 de mayo, 10 de octubre, 20 de noviembre, etc. de tal forma que solo tienen que ver la fecha en un calendario y elegir la cinta correspondiente. Así, y solo así, se explica que las noticias sigan siéndolo todos los años igual, ¡como si fuesen alguna novedad digna de reseña! El calor del verano en verano, el frío del invierno en invierno, el comienzo de las rebajas, la vuelta de los niños al colegio después de las vacaciones (incluida la compra de los libros), el inicio de las fallas, de los sanfermines, lo llenas que están las playas, la mercantil navidad, las retenciones de tráfico a la salida de las grandes ciudades cuando todo el mundo de las grandes ciudades sale a la vez en busca del paraiso para acabar encontrando, en el mejor de los casos, el purgatorio; la cuesta de enero, el inicio del Rocío, el final del Rocío donde se vuelve a demostrar (por si quedaba alguna duda) que los humanos no estamos a la cabeza de la evolución de las especies; el comienzo de la liga, de la campaña de la renta, etc, etc, etc. ¿Verdad que son originales?

 Es precisamente ésta, la originalidad, uno de los rasgos de la personalidad que en los últimos tiempos ha sido más elogiada. En aras de conseguirla se han hecho divertidas locuras en el terreno de la imagen: ropas disparatadas, pelos imposibles, maquillajes extravagantes. Y también otras excentricidades más próximas a la estafa que a lo gracioso, sobre todo en el mundo de la cultura: miren sino la deriva de cierto arte contemporáneo que parece solo buscar la provocación como fin último de la obra. Originalidad, sí; engaños, ya tenemos bastantes con los de los representantes de la soberanía popular.

 Por mi parte, he intentado desde la adolescencia ser original. Recuerdo perfectamente cuando tomé esa decisión: en clase de geografía cursando 2º de BUP, a los quince años, el profesor comentó que para triunfar con las chicas había que diferenciarse del resto y, a partir de ahí, nació la filosofía de vida que me ha traído hasta aquí. Empecé esforzándome para parecer original, resultando probablemente que la gente creyese que yo era imbécil (como la mayoría de los adolescentes, por otra parte), pero después se convirtió en hábito para mí, no tenía que hacer ningún esfuerzo para sentirme distinto, era distinto; aunque la gente sigue pensando que soy imbécil. Eso no ha cambiado.

 Echando la vista atrás, no sé si esta originalidad de mi persona se ha forjado a la fuerza o estaba latente esperando una rendija por la que salir, sí sé que me he divertido, que pienso seguir haciéndolo y que voy a ser un viejo verde, agudo e insoportable.

 Continuará...

1 comentario:

  1. No te veo de viejo verde pero sí de viejo cascarrabias. Ya te contaré entonces...

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