domingo, 7 de agosto de 2011

¿Qué esperabas?

 Esta semana no pasará a la historia como una de las más brillantes para las bolsas de valores mundiales, tampoco puede decirse que a nivel global haya ocurrido nada reseñable por lo bueno. El mundo sigue su discurrir aún en agosto, lento para unos y más rápido para otros. Como siempre el globo gira deprisa para los que creen vivir su último día y despacio para los que esperan, cualquier cosa o no cosa que sea la esperada. Hay otra categoría de personas que son los que esperan, pero no saben el qué; para estos la vida discurre lenta y rápidamente a la vez, sufriendo las desventajas de las dos posibilidades. Imagino.

 Particularmente la semana ha sido como todas, no porque hayan ocurrido las mismas cosas, sino porque han ocurrido cosas buenas, no tan buenas, malas y, las más, irrelevantes; en fin, como siempre. Entre las cosas buenas no pueden faltar las tres reuniones, tres, que hicimos en tres casas, tres días alternos al objeto de degustar tres opíparas cenas oficiadas, eso sí, cada día por un cocinero distinto. El nivel culinario ha sido muy aceptable y el disfrute me permite imaginar la repetición de la experiencia en cuanto podamos. ¡Qué arroz! ¡qué marmitako! ¡qué discusiones!

 También han ocurrido cosas menos agradables que las relacionadas con la gastronomía, por supuesto, y si me sometiesen a leve tortura, no haría falta gran cosa: enseñarme unas tijeras sería suficiente, estaría dispuesto a reconocer que la semana ha pasado sosegada, calmosa, demorándose en lo accesorio, lenta. Luego según la torpe teoría expuesta al inicio, ¿espero algo?, ¿hay algo siendo esperado por mí?, ¿soy yo el que espera?, ¿lo que espero es esperable?, ¿esperar es morir en la espera?, ¿hay algo mejor que esperar?, ¿la esperanza hace más leve la espera?, ¿cuándo se alcanza lo que se espera, es como se esperaba?, ¿esperar en la esperanza de que lo esperado espere a que lo anhelado llegue?, ¿dónde habré metido mis pastillas?

 Después de leer el párrafo anterior reconozco que me entiendo a duras penas, pero me entiendo. Más difícil me resulta sin embargo entender cuatro o cinco cosas que me vienen a la cabeza recurrentemente sobre la humana condición: el amor desmedido hacia los animales, la impudicia del político con el dinero público, la programación televisiva, el comportamiento gregario de las masas, etc. pero esos son asuntos que me reservo para otra ocasión, hoy no me quiero enfadar.

 Prefiero seguir sentado, esperando.

 Continuará...

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